Inseguridad alimentaria y percepción de cambios en la alimentación en hogares mexicanos durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19

Con el fin de determinar la asociación de la inseguridad alimentaria con los cambios percibidos en la alimentación durante el confinamiento por Covid-19 en México, un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) –Sonia Rodríguez Ramírez, Elsa Gaona Pineda, Brenda Martínez Tapia, Martín Romero Martinez, Verónica Mundo Rosas y Teresa Shamah Levy– realizó un estudio en el que hacen ver cómo –ante la declaración hecha en marzo de 2020 de la enfermedad respiratoria aguda Covid-19 como una emergencia de salud pública– las medidas de mitigación adoptadas en nuestro país (entre ellas el confinamiento domiciliario, combinado con el cierre de actividades económicas consideradas secundarias durante varios meses) tuvieron efectos directos e indirectos en la seguridad alimentaria y nutricional de la población, manifestándose tanto en una reducción del gasto en alimentos (ocasionada por la pérdida de empleos o la disminución de ingresos en el hogar) como en la reducción en el suministro de estos, ocasionando a su vez escasez y afectando en mayor magnitud a las poblaciones en situación de vulnerabilidad. 

Siguiendo a sus autores, la inseguridad alimentaria suele asociarse con una ingesta inadecuada de nutrientes y con una menor calidad de la dieta debido a los costos más altos que los alimentos con mayor densidad de nutrientes tienen sobre aquellos densos en energía y pobres en nutrientes. Por lo tanto, a medida que el ingreso disminuye, la severidad de la inseguridad alimentaria se incrementa.

Como marco de referencia para este estudio, los autores citan otros realizados en distintas partes del mundo, los cuales mostraron la reducción en el consumo de frutas y verduras, proteínas magras, pan integral, nueces/semillas y aceites, debido a la baja disponibilidad de estos alimentos durante el confinamiento y a su consecuente aumento de precio. Asimismo, se reportaron aumentos en el consumo de botanas dulces y saladas, carnes rojas y procesadas y cereales refinados. Además, se encontró que quienes experimentaron inseguridad alimentaria durante el confinamiento tuvieron menores probabilidades de cambiar sus hábitos de alimentación. 

Situación en México.

Según datos obtenidos en el año 2018, antes de que fuese declarada la pandemia por Covid-19, el 55.5% de los hogares mexicanos sufría algún grado de inseguridad alimentaria debido a su bajo consumo de verduras y frutas y alimentos de origen animal, principalmente carnes, asociados negativamente con esta condición.

En México el confinamiento como medida de mitigación ante el contagio por Covid-19 se llevó a cabo del 23 de marzo al 30 de mayo de 2020, e incluyó el cierre de actividades consideradas como no esenciales (como las de escuales, restaurantes y hoteles, culturales, deportivas y recreativas) que pudieron tener un impacto negativo en los ingresos de los hogares, provocando modificaciones en sus hábitos de alimentación y, a su  vez,  en  los  niveles  de  inseguridad  alimentaria. 

Para este estudio se analizó información de 9,933 hogares, los cuales representan a 34 604 936 hogares a nivel nacional. La información sobre la población de estudio se tomó de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 Covid-19 (Ensanut 2020 Covid-19), con representatividad de los resultados a nivel nacional, por estratos urbano y rural. En esta ocasión se incluyó también un módulo amplio sobre Covid-19 (determinación de la seroprevalencia de anticuerpos contra SARS-CoV-2, así como experiencias y cambios de comportamiento relacionados con la pandemia); y por medio de un cuestionario específico se preguntó sobre la percepción de cambios en el consumo de grupos de alimentos en el hogar. 

Todos los procedimientos de la encuesta fueron revisados y aprobados por las Comisiones de Investigación, Bioseguridad y Ética en Investigación del Instituto Nacional de Salud Pública, institución responsable del diseño, levantamiento y análisis de la encuesta y los jefes de los hogares participantes dieron su consentimiento informado.

Resultados

En este estudio se encontró que los hogares que se clasificaron en inseguridad alimentaria severa tuvieron mayor probabilidad de percibir cambios negativos en su alimentación, mientras que los hogares mexicanos  que redujeron su gasto en alimentos tuvieron  menor  probabilidad de no percibir cambios en la alimentación durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19.

El estudio descubrió que el 59.2% de los hogares mexicanos se encontró en alguna categoría de inseguridad alimentaria. El 20% de los hogares pertenecía a localidades rurales y un tercio de ellos tenía jefatura femenina. En 47% se reportaron reducciones en el gasto en alimentos durante el confinamiento. El 39.5% de los hogares presentó cambios negativos, es decir, incrementó el consumo de alimentos no recomendables o disminuyeron el consumo de grupos de alimentos recomendables para consumo cotidiano. La prevalencia de inseguridad alimentaria fue mayor en los hogares con cambios negativos, comparados con los hogares sin cambios y con cambios positivos (77.9 vs. 48.5 y 59.1%, respectivamente).

Entre  los  hogares  que  presentaron  cambios  positivos  en  la  alimentación,  hubo  un  porcentaje  mayor  a 40% de hogares con disminución en el consumo de bebidas endulzadas, pan dulce, botanas y golosinas. El 44% de los hogares reportó incremento en el consumo de verduras y frutas. Entre los hogares que presentaron cambios negativos en la alimentación, 66% reportó disminución del consumo de carnes y pescados, y  más  de  50%  reportó  disminución  del  consumo  de  verduras y frutas.

Respecto  al  análisis  de  asociación, se observa que en los hogares con reporte de reducción en el gasto en alimentos y que se clasificaron en inseguridad alimentaria severa existe una mayor probabilidad de presentar cambios negativos y una menor probabilidad de que no se percibieran cambios en  el  consumo  de  alimentos  en el hogar, en comparación con los hogares sin reducción en el gasto de alimentos y con seguridad alimentaria. De igual forma, en los hogares sin reducción en el gasto en alimentos y que se clasificaron en inseguridad alimentaria severa hubo mayor probabilidad de percibir cambios negativos y una menor  probabilidad de que no se den cambios en el consumo de alimentos en el hogar, en comparación con los hogares sin reducción en el gasto de alimentos y con seguridad alimentaria. Otro hallazgo importante fue que los hogares que tuvieron una reducción en los ingresos del hogar  percibieron una reducción en el consumo de frutas, verduras y alimentos de origen animal.

Los hogares que percibieron cambios positivos en la alimentación tuvieron menor prevalencia de inseguridad alimentaria, mayor nivel de condiciones de bienestar y los jefes del hogar tuvieron en promedio mayor escolaridad. En cambio, los cambios percibidos como negativos en la alimentación en la población mexicana que presentó inseguridad alimentaria se deben a que en México, como en América Latina, la inseguridad alimentaria tiene un vínculo estrecho con la pobreza y, por tanto, un incremento significativo en los precios de los alimentos pone en grave riesgo la cantidad y diversidad de la dieta de la población que se encuentra en pobreza. Al  respecto, se ha evidenciado que las frutas, hortalizas y alimentos de origen animal que aportan una mayor cantidad de vitaminas, minerales y fibra son más costosos que aquellos que aportan azúcares, grasas y  energía. En  lo  que  concierne  a  México,  el  costo de estos grupos de alimentos también es alto y los estratos de población de menores ingresos restringen su consumo ante crisis económicas, pues demandan un alto porcentaje de su gasto en alimentos. 

Por otro lado, la falta de empleo y los altos precios de los alimentos originados por la pandemia por Covid-19 también han llevado al deterioro de la inseguridad alimentaria, particularmente para las personas más vulnerables que trabajan en los sectores agrícolas y no agrícolas informales.

Los resultados obtenidos en este estudio concuerdan con lo ya reportado en otra encuesta realizada en México para el estudio de los impactos de la epidemia de Covid-19 en el bienestar de los hogares mexicanos (Encovid-19), la cual documentó deterioro de la seguridad alimentaria y disminución en el ingreso de los hogares durante el confinamiento; permitiendo concluir que durante el confinamiento (medida de mitigación necesaria por la pandemia), la inseguridad alimentaria severa en el hogar se asoció con mayores cambios negativos percibidos en la alimentación. Estos resultados contribuyen al entendimiento de los efectos de la pandemia y pueden ser útiles en el diseño de estrategias para contener las afectaciones negativas en la alimentación en los hogares con condiciones de vulnerabilidad.

Los autores del presente estudio consideran que la información de este análisis, a pesar de sus limitaciones (ser un estudio transversal que no permite inferir causalidad, posibilidad de sesgo de memoria, dado que el levantamiento de la información se realizó meses después del periodo de mayor confinamiento al cual se hizo referencia, o que no se cuenta con información sobre cantidades de alimentos consumidas en el hogar), es de importancia para el entendimiento de los ajustes que se hacen en la alimentación al interior de los hogares, originados por una situación de emergencia, de la magnitud de la pandemia por Covid-19. La principal fortaleza de este estudio, referida por sus autores, es la de ser el primer reporte de la percepción de cambios en el consumo de grupos de alimentos específicos, relacionados con el confinamiento por la pandemia de Covid-19, es decir, describe los ajustes internos que se hacen en el tipo de alimentos que se consumen en el hogar.

Por: Redacción ESPM